Doce

Otro doce más, pero esta vez el contador ha dejado de contar. Ya no sumamos, ahora restamos. Restamos el tiempo que hace desde que posaste tu mejilla en la almohada de mi cama por última vez. Aún puedo sentir la calidez de tus brazos rodeando mi cintura. Tus suspiros acompasados marcando la melodía de mi sueño. Tus piernas enredadas con las mías como si de ramas se tratase.

Miro por la ventana y veo a esa solitaria luna rodeada de un manto de estrellas lejanas, entonces sonrío, sonrío nostálgica pensando en cómo días atrás éramos estrellas, ahora me asemejo a la luna, solitaria. Parece que el firmamento se ha puesto de acuerdo conmigo tiñéndose de negro, empieza a llover.

Respiro hondo, me quema el pecho. Una lágrima se desliza con pesar por mi mejilla deshaciéndose en mi almohada, tal y como yo lo estoy haciendo, en este momento. Todo ha terminado, ya no hay más doces, este ya no es un número por el que merezca la pena esbozar sonrisas, es un día en el calendario, un número más, como tú y como yo, porque ya no hay un nosotros.

Lo más jodido de todo es qué supiste irte, pero no marcharte.
Y lo peor es que si vuelves, te vuelvo a aceptar.

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La imagen que he adjuntado no es mía,

pero es la culpable de esta entrada ya que

ha sido mi inspiración. 

Así que no quería terminar la entrada sin 

darle las gracias a Nahia, que es la autora

 de la imagen y por tanto la persona que

me ha dado permiso para publicarla. ¡Gracias! Os 

recomiendo muchísimo que os paséis por su blog,

 merece la pena.